Era la primara noche que viejaba sola, pero no estaba asustada; por el contrario, no parecía una aventura agradable y excitante aquella profunda libertad en la noche.
La sangre, después del viaje largo y cansado, me empezaba a circular en las piernas entumecidas y con una sonrisa de asombro miraba la gran estacion y los grupos que estaban aguardando el expreso y los que llegabamos con tres horas de retraso.
El olor especial, el gran rumor de la gente, las luces siempre tristes, tenian para mi un gran encanto, ya que envolvia todas mis impresiones en la maravilla de haber llegado por fin a una ciudad grande, adorada en mis sueños por desconocida.....
Nada de Carmen Laforet